Por la boca muere el pez
En las últimas manifestaciones de algunos ciudadanos contra el derecho de los espectadores catalanes a poder ver cine en cualquiera de las dos lenguas de este país, muchas pancartas exhibían estrellas de David, con una frase reivindicativa en el centro. El marketing del nacionalismo español insiste desde hace tiempo en la estrategia de identificar al catalanismo con los nazis y a los castellanohablantes con los judíos perseguidos.
La situación ha llegado a un punto tan ridículo –eso de las estrellas de David ya es el colmo– que creo que las agrupaciones judías de Catalunya deberían pensar en protestar públicamente por la manipulación que esos avispados hacen de sus símbolos. El nazismo fue algo gravísimo y enarbolar y atribuirse la estrella de David a la ligera, en causas que no tienen relación alguna con la cuestión judía, es una treta que habría que reprobar. Francamente, si yo fuese judío me cabrearía bastante que utilizasen mis emblemas como estandarte de asuntos que no tienen nada que ver con la historia de mi pueblo y levantaría la voz para quejarme. A no ser, claro está, que me pareciesen bien las tesis de los que los utilizan. Seguir leyendo
El oasis español
No es fácil entender algunas reacciones ante el descriptible éxito de las protestas sindicales del 23-F. Los mismos que sugieren a los sindicatos una huelga general, se toman a broma las manifestaciones: les parecen poco ejercicio de fuerza. Los mismos que les reprochan su luna de miel con el Gobierno, se alegran ahora del poco público que acompañó las protestas. Y los mismos que le exigen a Zapatero que rectifique su política económica celebran ahora que las concentraciones no hayan tenido capacidad para forzar esa rectificación. Ni con sindicatos anestesiados ni con sindicatos activos tienen sus penas remedio.
O quizá sea muy fácil de entender: merecen igual celebración las dificultades del Gobierno y la pérdida de fuelle sindical. Al fin y al cabo, ambas circunstancias contienen el mismo diagnóstico: la decadencia de la izquierda, desorientada en el poder y débil en la calle. Seguir leyendo
Hablemos de Espriu
Y así, de la misma forma que manoseamos en vida la obra de Espriu, ahora ninguneamos su recuerdo.
Cuando lo conocí, Salvador Espriu ya era el mito catalán por excelencia, el «poeta nacional», decían los etiquetadores de la época. Con esa pesada mochila, y mis asustados veinte años, fui a conocer al maestro, convencida de encontrarme con un gigante. Pero si algo tenía de excepcional Espriu era que, en los tiempos del anhelo épico, él solo era un hombre. Cáustico, austero, sensible, pero solo un hombre. Fascinada por los libros que poseía, recuerdo la estúpida pregunta que le formulé, y no porque mi pregunta merezca tan longeva memoria, sino porque lo merece su respuesta. «¿Qué significan para usted estos libros que ha acumulado durante toda una vida?». Y mirándome con esa sorna tan espriuana, me contestó: «Polvo, señorita, significa polvo». Seguir leyendo
Realismos
Recogiendo el mensaje del rey, la senyera del pacto, CiU tiene en sus manos el futuro inmediato del PSOE.
Hoy vamos a hablar de la política politizada. De la política en sí misma, sin aditivos metafóricos, que en Madrid, si te descuidas, te pueden conducir más allá de los límites de un razonable costumbrismo. Por tanto, sólo diré que el día era ayer espléndido, el cielo velazqueño, y que este fin de semana Madrid parece una gran ciudad europea (una vez al año no hace daño), entregada a cinco ferias de arte y a doscientas exposiciones en la órbita de Arco.
Al grano. El debate del miércoles en el Congreso de los Diputados ha introducido importantes modificaciones tácticas en el tablero. Es del todo falso que el debate no haya servido para nada. Como también es falso que el mensaje del Rey en favor de un amplio acuerdo haya quedado en agua de borrajas. Falso. El mensaje de don Juan Carlos se ha instalado en el centro del ágora y no es previsible que se mueva de ahí mientras dure la crisis. Con una interpretación republicana del artículo 56 de la Constitución, que le atribuye la función de moderar y arbitrar, el Monarca ha reactivado el mito que dio forma a la restauración democrática de 1977: el consenso como método para vivir mejor y no volver a las andadas. Conviene recordarlo. Seguir leyendo
La rectificación.
Una de las frases más citadas de Confucio es sin duda que gobernar significa rectificar. A buen seguro, 2.500 años después el filósofo chino quedaría sorprendido de lo que uno está dispuesto a rectificar para continuar gobernando y conservar el cargo. Poco más de veinticuatro horas ha durado el último pulso del conseller Ernest Maragall asegurando que el Govern «ya hace tiempo que renunció a encarnar un proyecto integral de país» y que «el tripartito versión 1.2 ya no tiene vigencia política más allá de su mandato actual». Lo dejó escrito en un extenso artículo que envió en la noche del sábado a La Vanguardia y pidió explícitamente que se publicara al día siguiente, domingo, y que hizo saltar todas las alarmas en el seno del PSC. Seguir leyendo
Las dos almas del PSC.
Los que triunfan en el electorado socialista son los antipáticos guerreros del Baix Llobregat.
Los mejores gobernando y los peores seduciendo al territorio. Este sería el lema, si tuviera que hacer un perfil de los líderes del PSC que estos días están rebelándose. Los nombres forman parte de los sospechosos habituales de la disidencia catalanista, la mayoría, restos del naufragio de Ciutadans pel Canvi. Sin duda, se trata de gente de solvencia reconocida y cuyo aporte al tripartito ha salvado los muebles a tal infausto artefacto político. Hoy por hoy, en pleno naufragio del Govern, son consellers como Castells, Geli, Tura o el propio Ernest Maragall los que aún le limpian la cara. Seguir leyendo
¿Los pactos de la Zarzuela?
El Rey se entrevista mañana con Obama; el día de la gran pelea de gallos en el Congreso.
Los reiterados gestos del Rey en favor de un amplio acuerdo contra la crisis económica han levantado cierta marejada en Madrid. Nada nuevo en una ciudad que se excita muy fácilmente. El activismo del Monarca no ha acabado de sentar bien al Gobierno y ha provocado molestias de diferente intensidad en el vasto campo de la oposición: irritación en el zócalo duro de la derecha y una soportable incomodidad en Mariano Rajoy, el imperturbable.
Don Juan Carlos no ha hecho otra cosa que autorizar a Ramón Iribarren, nuevo jefe de prensa de la Casa Real, a dar publicidad a los contactos que viene manteniendo con distintos protagonistas de la vida económica del país. Seguir leyendo
Momento crucial
La sociedad sólo pide que intenten un acuerdo para sacar a su España del alma de la calamidad económica.
Puede estar ocurriendo algo insólito: que un líder nacionalista, Josep Antoni Duran Lleida, se convierta en el único hombre de Estado que nos queda. Algo intuye la sociedad española, y por eso le otorga una alta valoración política. Se le escucha en el Congreso o en sus declaraciones públicas, y no parece un dirigente de partido. Parece un mediador. Está en las antípodas de Zapatero, pero no tiene inconveniente en arrimar el hombro y ofrecerse para acuerdos concretos, con tal de salvar el difícil momento que vive el país. Le separan cientos de millas de Rajoy, pero se reúne con él para tratar de entenderse y sondear si es posible trabar el pacto de Estado que siempre preconizó. Seguir leyendo