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Toros, violencia e inteligencia emocional

Núria Querol i Viñas en Fundación Altarriba

¿Abogarán del mismo modo por realizar corridas de osos panda o de tigres para preservar dichas especies?

La decisión histórica del Parlament de Catalunya de prohibir las corridas de toros ha reavivado aún más el eterno e irreconciliable debate entre defensores de la tortura y sus detractores. Los argumentos antitaurinos abarcan un amplio espectro de perspectivas, desde la ética a la psiquiatría, pasando por la biología, el derecho, la educación y el arte.

En contraposición, los taurinos suelen esgrimir tópicos que no están basados ni en el sentido común más elemental, como el hecho de que el toro no sufra o que se lo críe para tal fin. Otro argumento insostenible es el de la perpetuación del toro gracias a su tortura… ¿de veras los taurinos ofrecen tan simplona solución a la conservación? ¿Abogarán del mismo modo por realizar corridas de osos panda o de tigres para preservar dichas especies? De todos modos, lo más preocupante de las corridas de toros es, quizá, lo más simple: que la tortura y el ensañamiento con un ser vivo sean motivo de diversión o que alguien consagre su vida a torturar seres indefensos y sea aplaudido por ello.

Estableciendo un paralelismo con términos criminológicos, el toro sería una víctima no consensual, es decir, que no es capaz de conceder un consentimiento genuino para la actividad a la cual se le va a someter, tal sería el caso también de niños, discapacitados, personas bajo el efecto de tóxicos, etc. Por otra parte, no es menos preocupante que el repertorio de torturas infligido al toro en la lidia sería considerado delito según el Art. 337 del CP de practicarse en un perro o un gato, e incluso requeriría evaluación psicológica en algunos países. Existe un importante componente psicológico que aumenta aún más el sufrimiento del toro ya que es trasladado de su hábitat natural, la dehesa, a un entorno hostil: la no comprensión de una situación aumenta el estrés y el sufrimiento. Resulta muy fácil entender este interesante concepto si pensamos en un bebé que llora por un cólico y al que nuestras explicaciones de su situación le resultarán inútiles. Por otra parte, resulta fascinante que los niños encuentren confort, serenidad y relax al estar rodeados de peluches y figuras de animales. No en vano, muchos uniformes de pediatra llevan estampados de animales y colgamos peluches de los estetoscopios para calmar a nuestros pequeños pacientes. Erich Fromm y Edward Wilson ya describieron esta tendencia natural a la que llamaron biofília y que definieron por la afinidad emocional innata e inconsciente de los seres humanos hacia el resto de seres vivos. Desgraciadamente, la persistencia de conceptos cartesianos que alimentan una sociedad especista, privando a los otros animales de los más mínimos atributos como la capacidad de sentir dolor, corrompen dicha afinidad natural de los niños incluso exponiéndoles a actos de extrema violencia como son las corridas de toros u otras fiestas populares.

Estudios recientes demuestran que el simple hecho de ser testigo del maltrato a los animales perpetúa el ciclo de la violencia a través de la insensibilización y de la imitación. Los jóvenes que presencien maltrato animal de manera reiterada podrían ser más vulnerables a “aprender” a usar la violencia en sus relaciones personales.

Como comenté en mi comparecencia en el Parlament de Catalunya con motivo de la ILP, debemos prestar atención a un informe realizado hace diez años en la Comunidad de Madrid sobre el efecto del visionado de las corridas de toros en menores. El informe consta de 4 estudios encargados por el Defensor del Menor que fueron evaluados por el Dr. Echeburúa, experto en violencia, quien hizo una serie de consideraciones finales.

Resulta muy interesante que en una muestra de 344 menores, el 72% refiere que no les gustan las corridas. Los motivos que dan los niños son la muerte del animal y el sufrimiento. El informe desaconseja llevar a corridas de toros a los menores que muestren actitudes de protección hacia los animales o que sean sensibles. Asimismo, también desaconseja que los menores sean testigos de maltrato a los animales por parte de adultos o adolescentes en fiestas populares. El informe también dice textualmente «… otra cosa es el aprendizaje en el respeto creciente a los derechos de los animales que forma parte de una sociedad cada vez más evolucionada”. Ahí radica un importante elemento: la evolución, entendiéndose como el progreso de una sociedad hacia una serie de valores que resultan protectores para todos los miembros cualesquiera que sea la especie a la que pertenecen, como son el desarrollo de la empatía, la compasión, la inteligencia emocional, la justicia social, la ética…Al contrario de lo que opinan los defensores de las corridas respecto a la no conveniencia de marcar límites a la violencia mediante la regulación a través de las leyes, conviene recordarles que una sociedad es tanto más civilizada cuanto más regulada está y suele ir de manera paralela a las leyes de protección de los animales. Una sociedad menos violenta nos obliga, dada la propia condición humana, a establecer una serie de prohibiciones que nos parecen aceptables, como el homicidio, el asesinato, la pedofilia, las agresiones sexuales e incluso prácticas con un componente cultural importante como la mutilación genital femenina. En estos casos, las leyes se elaboran para proteger a las víctimas lo que, necesariamente conlleva una restricción de la libertad absoluta, y es que no hay que confundir la libertad con el libertinaje.


octubre 16, 2010 - Posted by | Núria Querol | , ,

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